Con el final del Medioevo, las puertas interior de las construcciones renacentistas y barrocas más notables experimentaron un progresivo enriquecimiento en cuanto a formas, materiales y técnicas de construcción. Castillos, palacios e incluso viviendas señoriales adoptan una nueva estética que, con ciertas complicaciones, perdurarán hasta bien entrado el siglo XVII.
España, frente al general gusto europeo marcado por Francia e Italia, mantendrá una austera y particular evolución.
De las puertas interior plafonadas góticas a las renacentistas
Rescatadas de la época grecorromana, en el Renacimiento reaparecen en Europa las puertas interior plafonadas .
Con el desarrollo de nuevas herramientas que permiten cortar la madera en tablas muy delgadas y biselar paneles, recercados y ensambles, se consiguen formar tableros de pequeño espesor para el plafón central además de un fino labrado de la madera maciza de los bastidores.
Como resultado, se introducen grandes plafones de formas sensiblemente cuadradas encajados en las ranuras de los bastidores.
Limpieza y simplicidad de formas que se adaptan a la sobriedad del conjunto edificatorio en el interior mientras en los exteriores, la puertas continúan ofreciendo un aspecto macizo y próximo a la estética medieval, como puede apreciarse en los magníficos chateaux franceses construidos en esa época:
Puertas apeinazadas renacentistas
Mientras en el Renacimiento italiano, inglés y francés triunfa el plafón. en España se impone la moda de las puertas interior apeinazadas.
Se denominan peinazos los largueros y travesaños divisorios del paño que enmarcan cojinetes o cuarterones de dibujo variado. Sobre estos últimos, suelen labrarse dibujos geométricos y aristas molduradas.
Con algunas variaciones, la puerta apeinazada se popularizará más allá de nuestras fronteras adoptando el definitivo nombre con el que ha llegado hasta nuestros días, la puerta castellana, y asociándose a la maestría de los artesanos españoles en su complejo proceso de fabricación.
Puertas plafonadas barrocas
La típica decoración barroca, retorcida y desencajada, profusa e irracional, alcanza también a las puertas interior. Juegos de luz y de sombra que acompañan el pensamiento y la estética de la época.
Sobre todo en Francia y a partir de Luis XIV, los plafones evolucionan guardando un cierto equilibrio entre su simplicidad estructural (paneles con molduras en ángulos rectos y pequeñas curvas) y ostentosa ornamentación (superposición de dorados sobre fondo blanco en las puertas palaciegas).
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